sábado, 4 de julio de 2015

No solo de pan vive el hombre y no solo con presidentes se forma un gobierno.

Después de contar la publicidad que cierto individuo está realizando en los medios nacionales, haciendo valer su berrinche al querer ser el próximo presidente del país, me doy cuenta de cómo nuestra democracia no ha caminado más que muy pequeños pasos desde que se instauraron los gobiernos democráticos civiles.

Y me parece interesante la dinámica de los procesos electorales y las campañas que realizan los partidos políticos en este país. No han cambiado desde la llegada de los españoles a tierras americanas, por mucho que nos intentemos preciar de ser un pueblo con años de adelanto. Seguimos siendo engañados de la misma manera, seguimos siendo indoctrinados de la misma forma, se nos sigue comprando la voluntad de la misma manera. Y pareciera que es la forma más efectiva de ganar adeptos. Entre comentarios que he escuchado que brincan desde “Hay que votar por Sandra en lugar de Baldizón porque da mejores frijoles en la bolsa.” hasta “A todos los participantes en la reunión se les regalarán zapatos de Bullocks.” me hacen cuestionar si el valor del voto es tan bajo que lo puedo cambiar por una bolsa de víveres. Pero ese es otro punto que tocaré en otra catarsis.

Como pueblo hemos dejado que las decisiones más importantes sean tomadas por otros, incluso las decisiones de conocer el poder que representa cada una de las personas que escogemos en los comicios electorales. Y es que nos hemos acostumbrado a ver las marcas personales de los presidenciables como las únicas personas a las que deberíamos conocer y reconocer que se nos olvida que el mayor representante del pueblo es su Congreso. Si bien es cierto que la figura del presidente tiene vital importancia dentro de los procesos gubernamentales, la figura del diputado es tan relevante como la primera. Los diputados son aquellas personas que representan los intereses de cada una de las comunidades por las cuales se postulan. Además de ello, cada uno de los candidatos a una curul son aquellos que no solo realizan las propuestas de ley sino que pueden, como representantes del pueblo de Guatemala realizar los procesos que garanticen el buen funcionamiento de cada una de las instituciones. Si de verdad tuviésemos un congreso lleno de personas que posean la “honorabilidad y deseo de cambiar el país” no tendríamos que haber recurrido a movimientos como JusticiaYa o RenunciaYa, porque ellos mismos hubiesen realizado las cosas como deberían ser.

Pero acá empieza una larga letanía de dolencias que componen el triste imaginario de la figura del diputado nacional. No hace falta ser un experto en ciencia política para comprender que muchos de estos individuos están donde están porque es un chance fantástico. Se llega cuando se les da la gana o cuando más les interesa, se recibe un sueldo soñado para alguien que no tiene (en la gran mayoría de los casos) la preparación académica mínima para comprender lo que de verdad es una ley (caso contrario no se necesitarían cantidades navegables de asesores que hagan el chance por el cual se le está pagando), y no digamos el apabullante poder de controlar los destinos de millones de guatemaltecos al promulgar leyes (cuando les conviene que pasen) o comprar voluntades.

De ese lugar en el centro del Centro, ese mismo en donde se realizan marchas y plantones, en donde debo pasar cada vez que intento llegar a un curso en el cual puedo aprender sobre como iniciar una microempresa, es de donde debería emerger propuestas que cambien por completo el país y al cual cada uno de los niños que ahora estudia en cada centro educativo debería aspirar a conocer a sus miembros para convertirlos en sus modelos a seguir. Pero no por ser rateros, haraganes, corruptos, mentirosos y demás flores que adornan su jardín, sino porque deberían ser aquellas personalidades que trabajen por lo que de verdad les motiva a iniciarse en la política (y no me refiero al enriquecimiento fácil o a los nexos con figuras de peor talante que las de ellos), sino a cambiar el país.
¿Cuántos de estos “representantes del pueblo” de verdad conocen de donde vienen? ¿Cuántos de estos “honorables” personajes tienen la capacidad de entender lo que conlleva su cargo y sus responsabilidades? ¿Cuántos de estos personajes llegan al menos a trabajar a las sesiones ordinarias en su totalidad?

¿Se ha preguntado usted porqué es que se realiza el circo del Congreso antes del proceso del 14 a las 14:00? Simple, porque se supone que es el pueblo de Guatemala el que le confiere los honores y las responsabilidades, a través del Congreso de la República, al jefe del poder ejecutivo. ¿Entiende ahora que ese gentío que muchas veces ni siquiera conoce que aparece en las papeletas de los votos para diputaciones son a los que usted le está dando un poder casi incalculable?

Si bien es cierto que cualquier persona puede acceder a postularse al cargo de diputado, mi pregunta cada vez que veo la foto de los nuevos personajes que se postulan es “¿Está preparado para lo que de verdad debe hacer? ¿O es que solo es alguien más con la astucia en niveles sorprendentes que logró conseguir las firmas y el financiamiento para hacerse de más plata?” Y no digamos ese elemento que pareciera un acuerdo tácito entre el pueblo ignorante y sus representantes al congreso: eternicemos a aquellos a los que criticamos, démosle la oportunidad de tener sueldos vitalicios, al final de cuentas es preferible viejo conocido que nuevo por conocer. Dentro de las tantas personas que me encuentro en estos viajes como ciudadano de a pie, he escuchado comentarios emitidos por personas que se han entrevistado con diputados que han dicho, y cito”Yo llevo 20 años en el congreso y el día que yo me retire, es mi hijo quien se va a quedar con mi puesto. Porque aquí quien manda soy yo.”

Me asusta pensar que no comprendamos el poder que le conferimos a personas que desconocemos por completo. Me preocupa que cada día sean menos las personas que tienen formado un juicio crítico y busquen conocer a quienes los representarán. Porque debates presidenciales hay, pero y los ciento ochenta y tantos que van a parar a donde se generan las leyes ¿quién hace que estos individuos presenten algo?. Y digo ciento ochenta y tantos porque habría que validar el número con los datos de población del INE, porque por si no sabía existe una razón de diputaciones acorde a la cantidad de habitantes en el país. Algo que es por demás absurdo porque no porque hayan más personas tendría que haber más ladrones de cuello blanco. Los que están han demostrado que cometen errores garrafales, imaginémonos cuantos más y más grandes harán más de la misma calaña.

Deténgase un día de estos frente al Congreso de la República y piense por un momento si conoce usted a los diputados por los que votó en el proceso anterior, si conoce por los que podría votar en este y si esas personas tienen las capacidades reales para estar allí.


La última vez que lo hice, venía comiéndome unas manías con sal y limón y las respuestas que generó mi cerebro hicieron que supieran amargas, duras y rancias. Como la realidad de este país.

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