Después de contar la publicidad que
cierto individuo está realizando en los medios nacionales, haciendo
valer su berrinche al querer ser el próximo presidente del país, me
doy cuenta de cómo nuestra democracia no ha caminado más que muy
pequeños pasos desde que se instauraron los gobiernos democráticos
civiles.
Y me parece interesante la dinámica de
los procesos electorales y las campañas que realizan los partidos
políticos en este país. No han cambiado desde la llegada de los
españoles a tierras americanas, por mucho que nos intentemos preciar
de ser un pueblo con años de adelanto. Seguimos siendo engañados
de la misma manera, seguimos siendo indoctrinados de la misma forma,
se nos sigue comprando la voluntad de la misma manera. Y pareciera
que es la forma más efectiva de ganar adeptos. Entre comentarios
que he escuchado que brincan desde “Hay que votar por Sandra en
lugar de Baldizón porque da mejores frijoles en la bolsa.” hasta
“A todos los participantes en la reunión se les regalarán zapatos
de Bullocks.” me hacen cuestionar si el valor del voto es tan bajo
que lo puedo cambiar por una bolsa de víveres. Pero ese es otro
punto que tocaré en otra catarsis.
Como pueblo hemos dejado que las
decisiones más importantes sean tomadas por otros, incluso las
decisiones de conocer el poder que representa cada una de las
personas que escogemos en los comicios electorales. Y es que nos
hemos acostumbrado a ver las marcas personales de los presidenciables
como las únicas personas a las que deberíamos conocer y reconocer
que se nos olvida que el mayor representante del pueblo es su
Congreso. Si bien es cierto que la figura del presidente tiene vital
importancia dentro de los procesos gubernamentales, la figura del
diputado es tan relevante como la primera. Los diputados son
aquellas personas que representan los intereses de cada una de las
comunidades por las cuales se postulan. Además de ello, cada uno de
los candidatos a una curul son aquellos que no solo realizan las
propuestas de ley sino que pueden, como representantes del pueblo de
Guatemala realizar los procesos que garanticen el buen funcionamiento
de cada una de las instituciones. Si de verdad tuviésemos un
congreso lleno de personas que posean la “honorabilidad y deseo de
cambiar el país” no tendríamos que haber recurrido a movimientos
como JusticiaYa o RenunciaYa, porque ellos mismos hubiesen realizado
las cosas como deberían ser.
Pero acá empieza una larga letanía de
dolencias que componen el triste imaginario de la figura del diputado
nacional. No hace falta ser un experto en ciencia política para
comprender que muchos de estos individuos están donde están porque
es un chance fantástico. Se llega cuando se les da la gana o cuando
más les interesa, se recibe un sueldo soñado para alguien que no
tiene (en la gran mayoría de los casos) la preparación académica
mínima para comprender lo que de verdad es una ley (caso contrario
no se necesitarían cantidades navegables de asesores que hagan el
chance por el cual se le está pagando), y no digamos el apabullante
poder de controlar los destinos de millones de guatemaltecos al
promulgar leyes (cuando les conviene que pasen) o comprar voluntades.
De ese lugar en el centro del Centro,
ese mismo en donde se realizan marchas y plantones, en donde debo
pasar cada vez que intento llegar a un curso en el cual puedo
aprender sobre como iniciar una microempresa, es de donde debería
emerger propuestas que cambien por completo el país y al cual cada
uno de los niños que ahora estudia en cada centro educativo debería
aspirar a conocer a sus miembros para convertirlos en sus modelos a
seguir. Pero no por ser rateros, haraganes, corruptos, mentirosos y
demás flores que adornan su jardín, sino porque deberían ser
aquellas personalidades que trabajen por lo que de verdad les motiva
a iniciarse en la política (y no me refiero al enriquecimiento fácil
o a los nexos con figuras de peor talante que las de ellos), sino a
cambiar el país.
¿Cuántos de estos “representantes
del pueblo” de verdad conocen de donde vienen? ¿Cuántos de estos
“honorables” personajes tienen la capacidad de entender lo que
conlleva su cargo y sus responsabilidades? ¿Cuántos de estos
personajes llegan al menos a trabajar a las sesiones ordinarias en su
totalidad?
¿Se ha preguntado usted porqué es que
se realiza el circo del Congreso antes del proceso del 14 a las
14:00? Simple, porque se supone que es el pueblo de Guatemala el que
le confiere los honores y las responsabilidades, a través del
Congreso de la República, al jefe del poder ejecutivo. ¿Entiende
ahora que ese gentío que muchas veces ni siquiera conoce que aparece
en las papeletas de los votos para diputaciones son a los que usted
le está dando un poder casi incalculable?
Si bien es cierto que cualquier persona
puede acceder a postularse al cargo de diputado, mi pregunta cada vez
que veo la foto de los nuevos personajes que se postulan es “¿Está
preparado para lo que de verdad debe hacer? ¿O es que solo es
alguien más con la astucia en niveles sorprendentes que logró
conseguir las firmas y el financiamiento para hacerse de más plata?”
Y no digamos ese elemento que pareciera un acuerdo tácito entre el
pueblo ignorante y sus representantes al congreso: eternicemos a
aquellos a los que criticamos, démosle la oportunidad de tener
sueldos vitalicios, al final de cuentas es preferible viejo conocido
que nuevo por conocer. Dentro de las tantas personas que me
encuentro en estos viajes como ciudadano de a pie, he escuchado
comentarios emitidos por personas que se han entrevistado con
diputados que han dicho, y cito”Yo llevo 20 años en el congreso y
el día que yo me retire, es mi hijo quien se va a quedar con mi
puesto. Porque aquí quien manda soy yo.”
Me asusta pensar que no comprendamos el
poder que le conferimos a personas que desconocemos por completo. Me
preocupa que cada día sean menos las personas que tienen formado un
juicio crítico y busquen conocer a quienes los representarán.
Porque debates presidenciales hay, pero y los ciento ochenta y tantos
que van a parar a donde se generan las leyes ¿quién hace que estos
individuos presenten algo?. Y digo ciento ochenta y tantos porque
habría que validar el número con los datos de población del INE,
porque por si no sabía existe una razón de diputaciones acorde a la
cantidad de habitantes en el país. Algo que es por demás absurdo
porque no porque hayan más personas tendría que haber más ladrones
de cuello blanco. Los que están han demostrado que cometen errores
garrafales, imaginémonos cuantos más y más grandes harán más de
la misma calaña.
Deténgase un día de estos frente al
Congreso de la República y piense por un momento si conoce usted a
los diputados por los que votó en el proceso anterior, si conoce por
los que podría votar en este y si esas personas tienen las
capacidades reales para estar allí.
La última vez que lo hice, venía
comiéndome unas manías con sal y limón y las respuestas que generó
mi cerebro hicieron que supieran amargas, duras y rancias. Como la
realidad de este país.
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