Como grupo social,
definitivamente damos vergüenza. Y lo peor del caso es que nos
ufanamos de ello y creamos elementos que nos lastiman en lo más
profundo y no hacemos más que sentirnos orgullosos de ello.
A propósito del día
internacional en contra de la violencia de género me topo en el
periódico con la publicidad de una reconocida marca de calzado en el
que se anuncia un “Manifiesto Antifeminista” y luego en letras
muy pequeñas, “cuando nos conviene”. En este folleto se
presentan dos fotografías en las que se hace una apología del
comportamiento en el que dos mujeres perpetúan el concepto de la
mujer desvalida que necesita que el hombre haga todo por ella.
Mujeres que perpetúan la imagen de una persona que vale por su
imagen, por las prendas que porta que la hacen más “femenina”.
En estas fotografías se perpetúa aquella imagen cincuentera en las
que las mujeres no podían ser nada más que amas de casa, mujeres
que gastan dinero en prendas y que no pueden hacer nada más que ser
“bonitas”.
Aunado a ello se
encuentran mensajes tan retrógrados como los siguientes: “Las
mujers hacemos todo, pero a veces es bueno olvidarse de la igualdad
por un momento.” “Por eso somos feministas hasta que nos toca
levantar algo pesado.” “Hasta que necesitamos ayuda con las
compras.” “Hasta que nuestros zapatos corren peligro.” Pero el
peor de todos estos mensajes es el siguiente “Por eso declaramos
unánimamente que las mujeres somo feministas y nos comprometemos
siempre furiosamente defender la iguladad pero nos reservamos el
derecho de necesitar ser rescatadas cuando nos convenga.”
¿De verdad seguimos
haciendo cosas como estas? ¿De verdad queremos mantener en el
imaginario colectivo este tipo de pensamientos y comportamientos?
Es preocupante que
durante años, muchas mujeres han luchado fuertemente para alcanzar
lo poco que se ha logrado en distintas plataformas. Sean estas
culturales, económicas, artísticas, políticas, etc. Y ahora
resulta que se utilizan campañas que botan a la basura todo aquello
por que se ha luchado.
Pero la pregunta es
¿qué tiene que ver algo tan “inocente” con la violencia de
género? Todo. Absolutamente todo. Inocente no puede ser algo que
sigue enviando mensajes en los que mantenemos la idea de que las
mujeres deben convertirse en objetos decorativos, imágenes en las
que las mujeres deben mantener un estatus de debilidad ante el macho
opresor. Porque la violencia de género no solo implica los golpes
ni solo los moretones. De acuerdo a la ONU Mujer y Colectivos sin
fronteras, la violencia de género puede clasificarse como Física
(golpes y maltratos físicos), Psicológica (aquella que daña el
autoestima de la persona -y me encanta el uso del término persona-),
Sexual (aquella que se apropia de la sexualidad de la persona),
Patrimonial y económica (aquella en la que se apodera de los bienes
de la persona) y la más sutil y peligrosa la Simbólica (aquella que
refuerza estereotipos y roles). Y es allí donde situaciones como
las consecutivas campañas de esta marca de calzados hace cosas que
de verdad no debería.
Pero no solo son las
campañas publicitarias las que son preocupantes. Las claras
imágenes de mujeres sufridas y desvalidas en las telenovelas, las
imágenes de mujeres que necesitan de hombres que les maltraten
física, verbal y sexualmente para sentirse completas (como en las
novelitas absurdas escritas por autores sexualmente frustrados dado
es el caso de 50 Sombras de Grey y demás escrituchos por el estilo),
los concursos de belleza en los que se muestra a las mujeres como
pedazos de carne que exhibir o cosas que se han enraízado en la
cultura latinoamericana como las fiestas de quince años (en donde se
plantea presentar a las niñas como aptas para conseguir marido).
Otra de ellas que me puso muchísimo en qué pensar fue la nueva
estrategia mercadológica de una compañía de alimentos en la que
supuestamente se estimula el elemento creativo de los niños y
desarrollar su imaginación. Astronautas y piratas. Fantástico
dije yo, cuando tenía que resurgir el concepto necio y asqueante de
“princesas”. ¿Es que acaso las niñas no pueden ser algo más
que seres desvalidos que necesitan forzosamente de un hombre que las
rescate? ¿Es que una niña no tiene derecho a soñar con zurcar
mares y visitar tierras lejanas? ¿Es que acaso una niña no puede
verse a si misma como una científica que viaje al espacio y
recolecte polvo de estrellas? Seguimos frenando las expectativas de
millones de niñas como se frena con riendas a un caballo que sirve
solamente para servir al amo todopoderoso (y enfatizo en el
masculino, por que pareciera que ser mujer es una obligación de
servicio ante los hombres desde su nacimiento).
Seguimos marcando
las mentes del conglomerado con marcas a fuego que enaltecen la
cultura de la violencia contra la mujer. Y no solo a las mujeres
sino a los hombres que buscan mantenerlas. Seguimos creando con los
mismos malos moldes con los que nos criaron y pocos hacemos algo
para que no cambien las cosas. Seguimos desmoronando las frágiles
estructuras que mujeres valientes han logrado crear para otras
mujeres que vienen luego de ellas. Nos dedicamos concienzudamente a
desmantelar los logros que se han obtenido de maneras sistemáticas y
contundentes. Y pareciera que no importa.
Ser mujer en la
actualidad no debería ser sinónimo de ser acosada en las calles o
de necesitar adquirir productos que no necesita para obtener la
afirmación de su ser por parte de otros hombres (o peor aún de
otras mujeres). Ser mujer no debería significar por necesidad que
fuese necesario sucumbir ante las expectativas vetustas.
No todo es tan
inocente como se cree, no todo es tan simple como se espera. Y menos
en el mundo publicitario. ¿Por qué aún tenemos miedo de presentar
a verdaderas mujeres empoderadas luciendo fantásticas sin necesidad
de parecer la secretaria sexy de mala película porno? ¿Por qué
aún tenemos miedo de presentar mujeres en toda su plenitud sin
necesidad de recurrir al cliché de la madre y el ama de casa? ¿Por
qué recurrimos a la bella desvalida como sinónimo del ideal
femenino?
Sueño con el día
en el que una futbolista sea ensalzada en la televisión por su
talento y no por ser mujer. Sueño con el día en el que cada mujer
que conozco pueda salir a la calle, vestida como se le de la gana y
no sea acosada por nadie ni criticada por otras mujeres. Sueño con
el día en el que ningún desgraciado controle el dinero que gana
ninguna mujer y ella sea capaz de gastarlo en lo que más le
convenga. Sueño con el día en el que no se presenten casos de
violencia física ni sexual en contra de mujeres, solo porque el
imbécil con el que están necesita perpetuar su ego herido y
asegurar con cada golpe su mínima humanidad para acrecentar su
machismo.
Hace muchos años,
cuando era un estudiante de literatura en la universidad nacional,
platiqué con una niña mientras me tomaba un cigarrillo. Es la hija
de una amiga que migró. Cuando le pregunté qué quería ser cuando
fuese mayor ella me respondió que quería ser maestra como su mamá
y como su abuela. Yo le pregunté que por qué y ella me respondió
que porque ellas le habían enseñado a ella y a otras niñas que
podían ser felices siendo ellas, sin importar lo que decidieran ser.
Sonreí y pensé que era una utopía. Luego me di cuenta que no lo
era, y empecé a desear que no fuese solo un caso aislado en un mar
bravío.